Vivir con fósiles

El domingo fuimos al campo con unos amigos y entre carrera y carrera con Santi, me preguntó qué era un helecho. Es una planta, le dije, pero me acordé que es una planta a medio evolucionar y eso me hizo recordar una historia digna del blog.
Esa historia comienza en 1938, en Sudáfrica. Estamos en plena era colonial y en los albores de la segunda guerra mundial. Es ese año, un pescador en la desembocadura del río Chalumna estaba en sus labores y cazó un pez bastante extraño para lo que él solía pescar. De hecho, era la primera vez que veía un pez así.
Lo comentó a llegar a puerto y entre unos y otros consiguieron llegar a un investigador de una universidad sudafricana, J.L. Smith y al verlo, se extraño. No daba con la clasificación del pez, pero él lo había visto en algún sitio, y tardó unos días en conseguirlo. Cuando lo consiguió, no había duda, se había dado de bruces con un pez ya clasificado… pero extinguido hace en torno a 80 millones de años. Era un fósil viviente. Tan fósil viviente era que no dudó en mandarlo a una colega suya: la conservadora del museo de East London, y experta en fósiles que efectivamente se certificó que era un fósil viviente: un Celacanto.
Evidentemente, era un descubrimiento increíble. Único. Un pez extinguido hacía 80 millones de años había aparecido vivo. Era lo que se conoce como Taxón Lázaro: especies que se creían extinguidas pero que resucitan como Lázaro en la Biblia, después de millones de años sin aparecer. Pero desde entonces se ha seguido investigando este descubrimiento y se ha encontrado que su población no es tan pequeña. Se han capturado celacantos desde Sudáfrica hasta Indonesia, en un rango de 11.000 Km. Su peculiaridad es que en su evolución había aprendido a vivir a más profundidad y era más difícil dar con él y no fue hasta 1997 cuando se consiguió filmar en su hábitat natural. Es curioso pero ése era el gran problema que había para poderlo estudiar. El pez no soportaba la diferencia de presión y literalmente reventaba cuando se pescaba por error y se sacaba a la superficie, hasta que ése pez de 1938 consiguió soportar ese cambio para enseñarnos que la naturaleza siempre tiende a sobrevivir.
Pero, ¿es un caso aislado? No, por supuesto que no, aunque quizás el más significativo. En 1908 se pescó una especie de langosta marina en Filipinas que no se le dio más importancia hasta 1975 cuando se descubrió que no era una langosta sino una glifeoidea, una especie fósil que había sido dada por extinguida hace unos 55 millones de años.
Pero hay más, en 1952 se sacó de una fosa profunda de Costa Rica un Monoplacóforo, una especia de almeja de una sola concha, que se creía extinta hace nada menos que 400 millones de años.
Incluso hay reliquias vivientes que no se habían dado por extintas, pero que son especies que ya deberían haber desaparecido por la propia evolución: ejemplos como el Dipnoi, una especie de pez con pulmones, el Alquimi, que es una especie de ratón de campo de Cuba que tiene veneno en los colmillos, como las serpientes, el Triops, considerado el animal más antiguo aún vivo o el Monotremata, que es un mamífero… a medias, ya que pone huevos, segrega leche para las crías pero no tiene mamas, tiene tres huesos en el oído y tiene una temperatura casi constante, variando sólo entre 28 y 32 grados.
Animales que viven entre nosotros pero que conocieron otras épocas. La naturaleza se empeña en sobrevivir, y esto nos lleva a que compartamos nuestro mundo con auténticos fósiles vivientes… aunque no lo sepamos.

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